OBJETIVO. Utilizar menos energía para realizar las mismas actividades en el día a día. Las pequeñas acciones son esenciales para avanzar en este proceso.
Optimizar el uso de la iluminación en el hogar, incorporar materiales y diseños que permitan un mejor uso de la energía, lograr mayor eficiencia en el uso de los electrodomésticos y regular la temperatura para reducir el uso de aires acondicionados o sistemas de calefacción, son algunas de las acciones que se pueden aplicar en diferentes ambientes para avanzar hacia la eficiencia energética.
La eficiencia energética es la utilización de menos recursos y más energías limpias. Es optimizar el consumo para realizar las mismas actividades diarias. Esto ayuda a reducir la contaminación, mejorar la salud pública, y a combatir el cambio climático. Además, permite ahorrar.
Cada 5 de marzo se conmemora el Día Mundial de la Eficiencia Energética, una fecha clave para reflexionar sobre el consumo de energía y cómo impacta tanto en la economía de los hogares como en el medio ambiente. En un mundo donde la demanda de energía crece exponencialmente, encontrar formas de optimizar su uso se ha vuelto una necesidad.
Más con menos
En definitiva, es usar la menor cantidad de energía en el día a día, hacer más con menos. La estrategia, contemplada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados para 2030, es una de las más efectivas para mitigar el cambio climático: la energía que no se malgasta es la más limpia de todas.
Por ello, en un mundo donde la demanda de electricidad crece a un ritmo vertiginoso y los recursos naturales se agotan, la eficiencia energética se ha convertido en una de las estrategias más poderosas para frenar el cambio climático.
Desde 1998, cada 5 de marzo se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética, con el objetivo de concienciar sobre su uso responsable. Esta fecha surgió a partir de la Conferencia Internacional sobre Eficiencia Energética llevada a cabo en Austria, en la que expertos de todo el mundo discutieron sobre cómo reducir el consumo sin afectar la calidad de vida ni el desarrollo económico.
En esa ocasión, el debate giró en torno al impulso de tecnologías más eficientes y al cambio de hábitos de consumo. Hoy, más de dos décadas después, esta estrategia sigue siendo una de las más efectivas, especialmente en un contexto donde el calentamiento global exige soluciones urgentes.
Una nueva y mejor forma de consumir energía
La eficiencia energética no se basa en renunciar al uso de electrodomésticos o a la comodidad, sino de optimizar los recursos y evitar el desperdicio: es la capacidad de obtener el mismo servicio con un menor consumo de energía, según la Plataforma Tecnológica Española de Eficiencia Energética.
Un ejemplo claro es el paso de focos incandescentes a los LED: ambas cumplen la misma función, pero los segundos consumen hasta un 80% menos. Este invento, por cierto, llevó a los japoneses Isamu Akasaki, Hiroshi Amano y Shuji Nakamura a recibir el Premio Nobel de Física en 2014.
Sin embargo, la optimización no solo se aplica en el hogar, sino también en industrias, transporte y grandes infraestructuras: edificios con mejor aislamiento, fábricas que reutilizan el calor generado por sus procesos o automóviles eléctricos que aprovechan mejor la energía son ejemplos de cómo la eficiencia energética, que quedó contemplada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados para 2030, se traduce en beneficios económicos y ambientales.