EVOLUCIÓN. Los instrumentos que se elaboran en las poblaciones chiquitanas constituyen una «industria sofisticada».
Karina Vargas Alba
La Chiquitania vive días intensos. Los ensayos constantes y el sonido de los instrumentos en las iglesias, recuerdan que en 10 días arranca la decimoquinta versión del Festival Internacional de Música Barroca y Renacentista Americana “Misiones de Chiquitos”.
No obstante, esos no son los únicos preparativos. En un taller de Ascensión de Guarayos, como en otros de la región, cuatro músicos comparten sus tiempos de ensayo con la elaboración de dos violines, una viola y un violoncello, los que deben entregar esta semana. En 1996, cuando se hizo el primer festival, hubo que traer instrumentos desde otros países, como Argentina. Hoy los encargan desde países vecinos, porque en Bolivia se ha logrado consolidar una “industria sofisticada” para la elaboración de instrumentos, asegura el padre Piotr Nawrot, director artístico del festival.
Justamente fue él quien hizo el encargo a Juan Miguel Pedraza, Juan Carlos González, Gabino Vaca y Alejandro Vaca, quienes saben que cumplir con los más altos estándares de calidad. Nawrot los desafió, anticipándoles que estos instrumentos serán utilizados por algunos de los músicos que llegarán desde diversos países para participar en alguno de los 130 conciertos que se realizarán entre el 19 y 28 de abril.
El año pasado, cuando Nawrot llegó a Ascensión para la primera audición con la orquesta municipal, le contaron sobre su emprendimiento. Allí surgió el pedido. En febrero el religioso retornó, esta vez junto a la virtuosa violinista alemana, Nadja Zwiener, quién probó una de las piezas que elaboran y les ayudó con críticas constructivas, las que “nos ayudaron a mejorar nuestros instrumentos. Le gustó el sonido, dijo que estaba bastante bien y que sigamos adelante”, relata Pedraza.
La visita de la violinista, que retornará en estos días, fue un incentivo para continuar la elaboración de los instrumentos de cuerda que replican los del período barroco.
De músicos a luthiers
Estos cuatro músicos se formaron en Urubichá y hoy integran la Orquesta Municipal de Ascensión de Guarayos. Hace casi dos años vieron una oportunidad y decidieron iniciar un emprendimiento para combinar sus habilidades en el manejo de la madera y sus conocimientos musicales. Hasta ahora han elaborado 25 violines, cuatro violas y dos violoncellos, bajo la marca Hans Roth.
Cada instrumento replica los modelos del período barroco y la estrella es la “viola da gamba”, que se usó entre finales del siglo XV y las últimas décadas del siglo XVIII, la que, según Pedraza, es “la madre de todos los instrumentos”. A esto se suman diversos violines, violas clásicas y violoncellos, que se pueden personalizar con detalles o figuras de animales en el denominado “caracol”, donde termina el brazo del instrumento.
“Nosotros le ofrecemos algo diferente. Si el cliente nos pide que personalicemos el instrumento, lo hacemos e incorporamos estas imágenes talladas. También nos pueden pedir una textura envejecida y una infinidad de diseños”, afirma Juan Miguel Pedraza.
El y sus compañeros sienten que en estos momentos su talento está explotando y podrán darlo a conocer a un público muy especial, tanto nacional como internacional, y lo más importante es que “grandes maestros van a venir, los van a tocar. Nos sentimos demasiado orgullosos”.
Un trabajo minucioso y en equipo
“Somos un equipo, un equipo de cuatro”, afirma. Y esto queda en evidencia al revisar el proceso que realizan en la elaboración de cada instrumento, combinando el cedro y la mara. La primera especie se usa en la tapa superior y el resto se elabora con mara. Un elemento importante es que la madera que usan es debidamente certificada, “trabajamos respetando la ley del medioambiente y la Madre Tierra”, dice Pedraza.
Lo primero es definir la plantilla que usarán para marcar los bloques de madera y luego, con la ayuda de una caladora, se corta definiendo la silueta. Luego es momento de usar la gubia, que permite ir cavando el interior para lograr la forma cóncava de la madera de apenas tres milímetros, que debe ser perfecta para garantizar la calidad del sonido.
El proceso continúa con la elaboración del “aro”, que son las partes curvas del cuerpo del instrumento y que permiten conectar la tapa con el fondo. Estos elementos se logran doblando la madera y son esenciales para lograr la forma característica y que la caja de resonancia pueda amplificar adecuadamente el sonido producido por la vibración de las cuerdas.
Luego de armar el violín, se realiza el prensado, que demanda algunos días. Mientras tanto, el trabajo continúa en el mango que termina en el caracol. En este taller de Ascensión la tradicional figura se transforma en un angel o un animal. Ese es el sello y el alma del arte, dicen estos luthiers, mientras se alistan para entregar los cuatro instrumentos que también serán protagonistas de un festival que cada año aumenta su impacto en las poblaciones chiquitanas.