Claudia Vaca, filóloga y profesora
El libro «Maldito hippie comunista» del profesor Edgar Lora, desafía a los lectores a romper con las dicotomías en el proceso de lectura y diálogo con el texto y su contexto. Cada cuento del libro resalta la dimensión de la lectura como acto privado, una experiencia identitaria que Barthes explora en «El grado cero de la escritura». Cada cuento nos invita a una conversación íntima con los personajes creados, superando las normas del idioma nos adentramos en una serie de signos, semióticamente bien labrados en la tradición lectora de su autor.
La obra del profe Lora es un ejercicio dialógico entre el lector y el autor, una llamada a trascender la normatividad de la palabra escrita. Nos desafía a soltarnos en la experiencia de los personajes y a resistir las imposiciones de la dictadura del lenguaje, como sugiere Ricoeur en «Del texto a la acción».
Edgar Lora, destacado profesor boliviano, utiliza su profundo conocimiento del idioma y las variantes lingüísticas bolivianas para romper con la dictadura de la palabra, creando una experiencia inmersiva para sus lectores. Su habilidad para imbuir a sus personajes con profundidad filosófica, sociológica y antropológica imprime las distintas formas de ser boliviano. Desde el habla de sus personajes nos adentramos en la diversidad cultural y el desafío de la cohesión social de esta diversidad boliviana.
Cada cuento del libro aborda y sacude los paradigmas del comportamiento humano en tiempos de dictaduras militares y emocionales. Su libro captura la diversidad lingüística de Bolivia, transportando al lector a través de los sentidos en cada historia, desde los personajes como Demetrio o Inocencio. El personaje de Inocencio, en particular, transmite paz, a pesar del entorno violento que experimenta, logra consolidar con sus frases místicas una especie de mantras que quedan resonando en el subconsciente de quien lo lee.
El cuento «Los rostros de Demetrio», utiliza un humor gris para denunciar los daños éticos y morales que ocasiona la hipocresía y el clasismo de la sociedad. La historia retrata mentiras y murmuraciones en la vida cotidiana, finalmente es el personaje de la Madre quien transforma la narrativa, infundiendo valores en un adolescente que de otro modo no los podría aplicar por sí solo.
“Los rostros de Demetrio» refleja la intimidación, la amistad y la venganza. La subjetividad de los personajes destaca los momentos más íntimos de la dictadura emocional y la crueldad humana. Incluso en tiempos de democracia, el miedo al rechazo, la discriminación, el abuso, etc. siguen ejerciendo una dictadura omnipresente.
Los giros filológicos están implícitos en la articulación de un cuento con otro, en el habla y dichos de sus personajes. Todo ello otorga al libro un sello sociolingüístico que permite acercarnos a la lengua del boliviano de distintas latitudes y realidades.
Cada cuento del potente «hippie comunista» revela lo que late debajo de la piel de quienes vivieron en dictadura el siglo pasado, y de aquellos que aún enfrentan la dictadura del miedo en una democracia sitiada por fraudes y autogolpes, donde el golpe real es a la economía de las familias que luchan por sobrevivir y de yapa tienen que lidiar con el racismo vigente en el país.
En medio de la dictadura del siglo XX, Lora narra no solo la represión militar que se vivió, sino una dictadura interna del ser humano sobre sí mismo. Desde mi lectura, más que la de los militares y el contexto histórico en el cual se desenvuelven sus personajes, es una dictadura del ser humano sobre sí mismo. La dictadura de los vicios y hábitos racistas, aporofóbicos que el ser humano genera en su día a día, en estos contextos y en otros. La traición, la infidelidad, la deslealtad, la sed de venganza, la discriminación, etc. son vicios al “ser-vicio” de la dictadura militar del siglo pasado y de las actuales democracias frágiles en las que sobrevivimos en distintas latitudes del mundo.
En varios cuentos, el rol de la mujer en contexto de dictadura militar es descrito con total honestidad y sin filtros, la mujer ocupa el rol de sujeto vital en la transformación del individuo. En cada pieza narrativa el autor describe el machismo exacerbado, la brutalidad del macho, y también la voz y vitalidad de la matriarca, la sensualidad de cada mujer expresada en su inteligencia y sabiduría está dotada de un poder infrahumano, la sublimación y los superpoderes con los cuales dota a algunos de sus personajes mujeres (como en “Todas las que fuiste”) las deja en posición de matriarcas todopoderosas resueltas a devorar a quien perturbe su paz. El personaje masculino de estos cuentos está lanzado a la voluntad de la mujer; la misma brutalidad del macho, lo lleva a esa “suerte”, la decisión tomada por la mujer detonará el futuro del hombre, explícita o implícitamente, en cada cuento.