EMERGENCIA. Los pobladores de las comunidades afectadas también presentan infecciones oculares y gastrointestinales. Un inmunólogo advierte los daños que habrá a futuro.
Karina Vargas Alba
En las últimas horas el puesto de salud de la comunidad de San Simón, vio multiplicarse la demanda de atención. “Las afecciones llegaron muy rápido. Tenemos pacientes con deshidratación, malestar general, diarreas”, explicó esta mañana Darwin, el enfermero del lugar.
Los remedios se van agotando, por lo que la ayuda es urgente. Explicó que alrededor de la mitad de los pobladores de la comunidad, ubicada en el Alto Paraguá, en la provincia Velasco, están sufriendo el impacto de los incendios en su salud.
Lordy Suárez es el cacique de San Simón, donde los primeros incendios se registraron hace casi tres meses. «El fuego nos venció, nos abocamos a cuidar las viviendas y la integridad de las personas», dice. En estos momentos, acompaña a sus hijos de cuatro y 10 años, mientras reciben atención médica. El más pequeño está con un cuadro febril, mientras el mayor recibe un suero. Este lunes llegó hasta el puesto de salud, el mayor, de 12 años. La situación se repite en Palmarito y otras comunidades de la zona, donde la mayor preocupación es la sequía y la falta de agua.
Son los primeros efectos del humo y la contaminación provocada por los incendios forestales. El inmunólogo Róger Carvajal advierte que el humo está afectando a todos, pero especialmente a los niños y a los adultos mayores, no sólo en las comunidades afectadas, sino en todo el país, con altas concentraciones y que, en algunos casos, superan las 500 partículas de agentes contaminantes por millón.
Carvajal, quien se desempeña como coordinador general del Comité Operativo de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), explica que en los próximos meses se sumarán otras afecciones, como la anemia, una mayor sensibilidad ante los problemas respiratorios, posibles dolencias cardiovasculares y el incremento de enfermedades como el dengue, entre otras.
Mayor riesgo por la falta de equipos
Advirtió que quienes están peleando “cara a cara” con el fuego, en muchos casos no tienen conocimientos y menos equipos. “Están inhalando grandes cantidades de humo, que provocan la inflamación de los pulmones, pero luego se puede extender al resto del cuerpo, provocando anemia o problemas en diferentes órganos y tejidos”, indica.
“Hay que sacarlos de ahí, pronto van a estar intoxicados. Cuando el bosque se quema, no sólo salen cenizas, también puede haber sustancias tóxicas que emanen de las plantas, como algunos aldehídos y cetonas”, dice.
Agrega que “esa gente puede tener severos problemas en el largo mediano y largo plazo, como sarpullidos en la piel, problemas neurológicos de mareos o de falta de capacidad de aprendizaje, y otros. Todo por salvarnos de la mano criminal quemadora”.
Carvajal precisa que en el impacto sobre la salud “no hay distinción de edad. Una persona joven puede resistir un poco más, pero la cantidad de ceniza y de partículas que inhalan es tan grande, que es probable que con el tiempo sufran antracosis, que es la presencia de carbón en los pulmones”.
Hay un delito contra la salud
El inmunólogo enfatiza que “los incendios forestales son provocados, rara vez son por causas naturales. Salvo un rayo, pero estamos en un período sin lluvias. Algunos son provocados para nuevos cultivos, bajo la creencia errónea de que la tierra se renueva, y no es así. Los microorganismos que están en la tierra son los que les dan fertilidad, con el fuego se elimina la biomasa y luego se usan químicos para recuperarla”.
Al quemar, se eliminan muchos frutos o semillas que están en el suelo. “Debería protegerse la tierra y apostar por la agricultura regenerativa. No hay razón para quemar, ni el pasto ni nada”, indica.
“Otros queman el bosque porque es interesante ampliar la frontera agrícola. Ahí entra la mano criminal; el bosque quemado, donde mueren miles de plantas y animales, se convierte en tierra para vender o ampliar la actividad ganadera o agrícola”, expresa.
Por ello, critica la ganadería extensiva, que es otro de los factores que están contribuyendo a la destrucción de la Amazonía boliviana, así como la vigencia de las denominadas “leyes incendiarias”, que lejos de frenar las quemas, las incentivan por el bajo monto de las multas y la falta de acción de las autoridades judiciales.
Efecto en cascada
“Esa destrucción tendrá efectos en las lluvias de todo el país, hasta llegar a la zona andina”, afirma. La selva y los bosques son los que van capturando la humedad y posibilitan un proceso que permite que las nubes continúen avanzando hacia la cordillera, provocando lluvias en la zona, lo que permite la recarga de los cursos de agua, explica.
Además, las partículas viajan a diferentes zonas y también se asentarán en los nevados. Allí se las denomina “carbón negro”, pues capturan el calor del sol y aceleran el derretimiento de los glaciares, afectando los cursos de agua.
Este proceso está afectado desde hace varios años y los incendios actuales tendrán un impacto mayor, los ríos se harán cada vez más delgados y la sequía aumentará, indicó.
“Es un círculo vicioso, pues las zonas afectadas quedarán más proclives a nuevos incendios. Estamos ante una destrucción del patrimonio natural de Bolivia que puede terminar en un desastre como país”, ya que junto con aumentar la deforestación, «llegarán los transgénicos y un mayor uso de pesticidas, lo que generará más contaminación», afirmó.
El impacto en los pulmones
El humo que cubre el país y gran parte de Sudamérica, contiene una serie de partículas denominadas PM 10 y PM 2,5. La diferencia es el tamaño. Al respirar, ambas se inhalan, pero las PM10 se exhalan; en el caso de las más pequeñas, ingresan hasta el fondo de los pulmones, impactando en los alvéolos y provocando inflamaciones, que inicialmente no tienen repercusiones clínicas, pero que, en largo plazo, pueden predisponer a una reacción más fuerte ante un virus o bacteria.
Así sucedió durante la pandemia de Covid-19, explicó Carvajal. Las personas que estuvieron expuestas a los incendios, sufrieron cuadros más graves, necesitaron atención de cuidados intensivos y hubo más muertes.
La salud de las personas también sufrirá el impacto del cambio de los ecosistemas. La deforestación y la quema están provocando la muerte de miles de especie, entre ellos los controladores biológicos, como los peces, reptiles y anfibios, esenciales para eliminar las larvas de los insectos. Esto repercute, por ejemplo, en la proliferación de mosquitos; y se refleja en la reaparición de enfermedades como la fiebre amarilla o un incremento de casos de dengue y otras enfermedades de este tipo.
“Estamos desequilibrando el ecosistema y no sólo con la sequía, sino también con estas patologías nuevas que emergen por los incendios”, asegura el inmunólogo.
A esto se suma la falta de agua, que provoca deshidratación, la que predispone a efectos más severos de las infecciones intestinales o pulmonares. Además, la sangre se hace más densa y las personas son problemas cardiovasculares, pueden tener severos problemas por la reducción del flujo sanguíneo y sufrir trombosis.
Entonces las patologías se hacen cada vez más graves. Por ello, Carvajal afirma que quienes provocan los incendios, también deben ser juzgados por delitos contra la salud, reiterando la necesidad de modificar las leyes actuales y aprobar normas “anti incendios, una ley que diga ‘cero deforestación’”.