INCENDIOS. Copaibo, asaí, café y diversas especies maderables se están perdiendo en los incendios forestales. En Monte Verde y Bajo Paraguá, piensan que lo peor vendrá después de los incendios.
Karina Vargas Alba
Más de 300.000 hectáreas ya fueron afectadas por los incendios forestales en el Territorio Indígena Monte Verde, en el municipio de Concepción. El fuego terminó con decenas de hectáreas de producción de copaibo, cusi, especies maderables y café, además de la afectación a los chacos familiares o comunales.
Mientras las llamas avanzan, muchos pobladores de esta región chiquitana saben que se han quedado sin sus medios de subsistencia. Varios sistemas productivos están truncados, incluso aquellos que comenzaban a funcionar, luego de los programas de restauración que se iniciaron en la zona tras los incendios de 2019.
Arturo Revollo es coordinador del Programa Chiquitanía de Apoyo para el Campesino Indígena del Oriente Boliviano (APCOB) y acompaña a las comunidades chiquitanas de Monte Verde en sus planes de restauración forestal. Como muchos en la zona, hoy sus esfuerzos están centrados en apoyar el combate a los incendios.
Pierden su medio de subsistencia
No obstante, sabe cuál será el impacto. Muchos están perdiendo sus sistemas de subsistencia. En un recorrido mental por la zona, describe las pérdidas. Santa Mónica ya perdió alrededor del 50% de su producción de copaibo y cusi; Palestina toda el área de cusi. En 26 de Octubre, se quemaron los cafetales, al igual que en Nokoborema, donde también se perdió el área de restauración donde este año se pensaba iniciar la producción de aceite de copaibo. Ya estaban consolidados los plantines que se repusieron tras los incendios de 2019.
La situación es similar en Makanaté y en Río Blanco, donde se perdió el avance en la restauración del bosque con 43 especies maderables. Palmarito perdió su plan de manejo forestal para el aprovechamiento de madera.
Y el peligro persiste en otra zona de Monte Verde. Este viernes, otras cinco comunidades estaban en riesgo de que el fuego las alcance. Entre ellas, Puerto San Pedro y El Regreso.
Porvenir lucha por preservar su industria
La situación es similar en Porvenir, una comunidad del Área Protegida Bajo Paraguá, en el municipio de San Ignacio de Velasco, que es la puerta de ingreso al Parque Nacional Noel Kempff Mercado, que se encuentra a dos kilómetros y del que sólo los separa el río Paraguá.
Allí, desde hace 15 años las 140 familias del lugar producen asaí silvestre, orgánico y de exportación. Tienen 40.000 hectáreas de manejo comunitario. El fuego entró a la zona, pero lograron contenerlo. Hoy están en alerta y los esfuerzos se concentran en evitar que retorne, afirma Fernando Mendía, presidente de la Asociación de Productores del Bosque APB Porvenir.
En Porvenir funciona una planta despulpadora que cuenta con todas las condiciones para preservar el producto que luego se envía a diferentes mercados, incluidos los de Europa. Allí, alrededor de 50 mujeres trabajan en tres turnos, procesando el fruto que alrededor de 60 hombres cosechan. El trabajo en el bosque empieza en marzo y se prolonga hasta octubre, pero este año quedó truncado alrededor del 20 de junio, cuando empezaron los incendios en la zona.
Bajo estándares internacionales
En 2023 la producción de asaí alcanzó a 150 toneladas. Este año apenas se avanzó en la cosecha y si el área de manejo forestal se salva, el fruto ya se perdió porque pasó su tiempo de maduración. El bosque de asaí está a más de 100 kilómetros de la comunidad y, como en toda la región, el principal problema es la falta de agua en las zonas de incendio.
Los incendios ya los habían afectado en 2023. El fuego llegó a la zona de aprovechamiento de palma real, un producto con el cual iban a iniciar la diversificación. “Trabajamos bajo un sistema agroforestal. Por ejemplo, sembramos café y árboles maderables en zonas donde recuperamos el barbecho; lo aprovechamos todo, no quemamos nada”, explica.
“Se pudo evitar el daño que estamos sufriendo. Hay comunidades campesinas que chaquean; si se los controlara, no habría incendios”, afirma Mendía.
Son casi 15 años de trabajo los que están riesgo en Porvenir, que cuenta con la certificación de gestión forestal FSC, que confirma que el bosque se está gestionado de manera que preserva la biodiversidad y beneficia a las poblaciones locales, asegurando al mismo tiempo su viabilidad económica.
El asaí es el motor de su economía y han tenido que completar un largo proceso, pasando por la identificación de las áreas de aprovechamiento, la capacitación de los pobladores para recolectar el fruto sin dañar la palmera y producir un aceite que cumpla con estándares internacionales de calidad, explicó Ruth Delgado, gerente Programa Cadenas de Valor y Producción Sostenible de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), que apoya a la comunidad de Porvenir.
El fantasma de la migración
Hace un par de semanas, las imágenes de la evacuación de los pobladores de Palestina, en Monte Verde, inundaron las redes. Mujeres, ancianos y niños escapaban del humo y del fuego que se acercaba a sus casas. El 80% ya ha retornado a sus viviendas; sin embargo, los más pequeños no quieren volver, tienen miedo a que vuelva el fuego, relata Revollo.
El 90% de los habitantes de Santa Mónica, permanecen en el centro comunal de Concepción. Allí pueden acceder más rápido a la ayuda humanitaria que llega a la zona, pues la falta de transporte, también se convierte en un obstáculo para llegar a las zonas más alejadas.
Cerca de la línea de fuego, lo más importante es trasladar a los bomberos y el agua. La camioneta de APCOB, está cumpliendo esa tarea.
Es posible que la gente migre en estas zonas, muchos ya no tienen un medio para subsistir, afirma Revollo. Es el mismo temor que tiene Mendía. Este año saldrá la cuarta promoción de la unidad educativa de Porvenir, ese es uno de los logros de la producción de asaí: los jóvenes dejaron de irse para terminar sus estudios.
Incluso, algunos ya están estudiando carreras técnicas en el área agrícola. “Ellos se están capacitando porque quieren volver a su comunidad y apoyar para lograr un mejor aprovechamiento de los productos del bosque”, afirma Velasco.
¿Qué pasará con el agua?
Hoy lo más importante es preservar la vida, luego habrá que pensar en la restauración. En ese proceso, el agua es esencial. Revollo y Mendía coinciden en que la sequía ya era crítica antes de los incendios y la falta de humedad se reflejó en el avance rápido del fuego. En los próximos meses y años, seguramente la situación será peor.
Los incendios están afectando las zonas de recarga en Monte Verde, como las cuencas del Río Negro, Río Blanco y Sapocó, además de la serranía San Lorenzo.
“Cuando el fuego pase, habrá que hacer una evaluación más profunda, más técnica, pero seguramente la sequía se acentuará. Todos, empezando por el Gobierno, deben comenzar a evaluar qué se va a hacer”, dice Revollo.
Una tarea importante, pero que por ahora queda postergada ante lo urgente: evitar que el fuego avance y continúe destruyendo el trabajo de años y el entorno natural que garantiza la subsistencia de estas comunidades.