IMPACTO. Cuando los bosques se queman, el humo que se produce es diferente. Es un humo denso, oscuro, cargado de gases tóxicos y partículas finas que complican la visibilidad. Una visibilidad tan reducida como las salidas a esta crisis que parece avanzar sin freno.
Agencia de Noticias InnContext
En 2024, la temporada de incendios batió récords en toda Sudamérica, con más de 346.000 focos de incendio detectados en el continente. Los incendios forestales han afectado a 22 de las 24 regiones de Perú. En Bolivia, arrasaron más de 10 millones de hectáreas, lo que representa casi el 9% del territorio nacional*. En comparación con 2023, los focos de incendios aumentaron significativamente en los principales biomas de Brasil: un 51% en la Amazonía, casi un 70% en el Cerrado y más de un 600% en el Pantanal. En Argentina la situación es igualmente crítica y desde diciembre de 2024, se registran más de 15.000 hectáreas afectadas por el fuego en las provincias de Chubut, Río Negro y Neuquén.
Estas cifras muestran un panorama crítico de cambios. Además, en un contexto de escepticismo climático, donde se niega a la acción humana como principal responsable del cambio climático, es urgente visibilizar con evidencia el vínculo que existe entre el aumento en magnitud y frecuencia de eventos extremos como los incendios forestales y el cambio climático. Contar con información confiable, permite diseñar estrategias efectivas de prevención, respuesta a la emergencia y recuperación.
Estableciendo el vínculo
El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero debido a las actividades humanas ha intensificado la magnitud y las características de los incendios. A la fecha, la ciencia indica que la influencia del cambio climático en los incendios pueden clasificarse en: efectos directos sobre las condiciones meteorológicas propicias para los incendios forestales (temperaturas altas, sequía y vientos); efectos indirectos derivados de cambios en la naturaleza y disponibilidad de biomasa, que sirve como combustible para la propagación del fuego; cambios directos e indirectos en los patrones de ignición, tanto naturales como provocados por el ser humano, así como en la demografía y el comportamiento humano.
En estas tres formas, el cambio climático está generando condiciones «favorables» para que los incendios sean más severos y frecuentes, lo que hace que los ecosistemas sean menos resilientes y capaces de regenerarse.
Para romper este círculo vicioso, es fundamental avanzar en estrategias que fortalezcan la prevención, mejoren la respuesta y promuevan la restauración de los ecosistemas afectados. Un esfuerzo innovador en este marco es la iniciativa BASE que con el apoyo de la Fundación Skoll, buscará trabajar bajo tres aristas: financiamiento local, investigación e incidencia. Junto a actores locales del bioma amazónico se financiarán acciones lideradas localmente en prevención, respuesta y/o recuperación, y serán una fuente clave de información que provenga directamente de los territorios impactados.
“Junto con My Climate Risk, una iniciativa liderada por científicos y científicas de todo el mundo, que implementan un enfoque ‘de abajo hacia arriba’ para evaluar el riesgo climático regional, analizaremos diferentes líneas de evidencia. La meta es simple: entender el vínculo entre los incendios forestales y el cambio climático«, comenta Victoria Matusevich, responsable de la iniciativa BASE y coordinadora programática de Fundación Avina.
«Esta información no solo es fundamental para facilitar el acceso a fondos climáticos, sino también para que las comunidades cuenten con información clara y útil para adaptarse mejor a un clima cambiante y hacerle frente con más herramientas a las posibles pérdidas y daños”, agrega.
Un sistema de manejo
En Argentina, por ejemplo, la Ley 26.815 creó el Sistema Federal de Manejo del Fuego (SNMF) que establece los presupuestos mínimos de protección ambiental en materia de incendios forestales y establece un Fondo Nacional del Manejo del Fuego a ser conformado por partidas de diferentes fuentes. En 2022, los fondos para el sector rondaron los $6.700 millones. Estas partidas no sólo son insuficientes, sino que en el proyecto de Ley de Presupuesto 2025 se observa una dramática caída, de entre el 31,8% y el 41,9% en términos reales.
“Es urgente la necesidad de desarrollar respuestas sistémicas que puedan escalar e influir en el ámbito público, empresarial y en el ecosistema de financiamiento para pérdidas y daños, apoyando iniciativas específicas que generen un cambio significativo, empoderen a las comunidades en la primera línea de los impactos y catalicen una resiliencia duradera donde más se necesita», señala Matusevich.
«Mientras se genera evidencia más clara sobre el vínculo entre el cambio climático y los incendios forestales, la emergencia continúa avanzando. Es crucial que los tomadores de decisión se comprometan con financiamiento adecuado, predecible y directo para la prevención, respuesta y recuperación de ecosistemas y comunidades afectadas”, reflexiona Matusevich.
*De acuerdo a diversos informes de organizaciones en Bolivia, los incendios forestales afectaron más de 14 millones de hectáreas.
Foto principal: Así luce hoy una de las zonas afectadas por los incendios forestales en Santa Ana de Velasco, en Bolivia. Sólo queda el tallo de los árboles quemados. Poco a poco, también irán cayendo. KV