Desde mi barbecho
Alfonso Cortez / Comunicador Social
Invitado a una reunión corporativa, en la que se iba a elegir al máximo ejecutivo de una empresa, entre tres candidatos finalistas que habían pasado todas las pruebas de un meticuloso proceso de selección (análisis y evaluación de perfiles profesionales, experiencia laboral, pruebas psicotécnicas, entrevistas personales y un largo etcétera), y donde parecía no haber consenso en la decisión final, surgió una propuesta totalmente sorpresiva y “fuera de la caja”: la más joven participante de este consejo consultivo -una de esas geeks, fascinada por la tecnología, que ahora nunca faltan en cualquier grupo-, sugirió que sometamos la fotografía de los candidatos a una aplicación de reconocimiento facial.
En alguna ocasión, cuando vi un capítulo de la inmemorial serie televisiva estadounidense, CSI (Crime Scene Investigation), el grupo de investigadores forenses del laboratorio de criminalística que trabaja para resolver crímenes, usó la tecnología de reconocimiento facial para identificar a uno de los sospechosos que habría estado en el “lugar de los hechos”. Esa era la única referencia que tenía sobre este desarrollo tecnológico, que me parecía más un artilugio televisivo, de ciencia ficción, para asombrar a los televidentes.
En principio, pensé que era una broma, no había necesidad de validar la identificación de estas personas porque ellas mismas habían presentado sus hojas de vida, con todos sus datos personales, incluida una fotografía. Pero, después de la aprobación unánime de la propuesta, y al ver los resultados obtenidos, entendí cuál era el objetivo detrás de esa búsqueda.
Para mi sorpresa, y mi disimulada ignorancia, me enteré que existe una decena de aplicaciones para este propósito. La que se usó ese día fue Pimeyes, que es un motor de búsqueda de reconocimiento facial que permite a los usuarios subir una imagen para encontrar coincidencias en el infinito universo de la web.
El proceso es muy simple y rápido. En un celular inteligente, a través de Google, ingresamos a la página pimeyes.com, donde nos pidieron subir una foto y nos señalaron: “no te preocupes, no la almacenaremos” (tengo mis dudas). Subida la foto -que también podría habérsela hecho en ese momento, con la cámara del dispositivo-, apareció un listado de verificación de tres puntos: confirmar ser mayor de 18 años, aceptar los términos del servicio y declarar haber leído la política de privacidad. Un check list al que estamos acostumbrados. Luego, en un proceso de búsqueda que dura apenas unos segundos, aparecieron diversas imágenes del sujeto que estaba debajo de nuestra lupa de este CSI criollo.
Pimeyes utiliza algoritmos avanzados de inteligencia artificial para analizar las características faciales de una imagen y compararlas con una vasta base de datos en línea. Esto permite identificar a las personas en diferentes contextos y plataformas, incluso si las imágenes han sido modificadas o tomadas en ángulos diferentes.
Más tarde, investigué que estas aplicaciones (Pimeyes, Clearview AI, Face++, Amazon Rekognition, FindFace, etc.) acceden a fuentes públicas disponibles (sitios web, blogs, noticias, foros, páginas con contenido explícito, antecedentes penales, entre otras) y arrojan resultados sorprendentemente precisos. La opción gratuita no permite ingresar a los enlaces de sitios web, que son la fuente original de las imágenes obtenidas. Sin embargo, con una suscripción razonable, este acceso es ilimitado.
Estas herramientas, debido a sus capacidades avanzadas y al acceso a bases de datos masivas que compilan imágenes y videos, están siendo utilizadas por fuerzas de seguridad, entidades gubernamentales -y también gente curiosa e intrusa- para la identificación de sospechosos, tareas de vigilancia y seguridad y la resolución de crímenes. Los avances en la inteligencia artificial y aprendizaje profundo permitirán identificar individuos con mayor precisión y rapidez, en tiempo real y en entornos más desafiantes, como multitudes o bajo iluminación deficiente.
Uno de los principales desafíos que enfrentará esta tecnología es el sano equilibrio entre seguridad y privacidad. Las nuevas legislaciones deberían permitir aprovechar los beneficios de este desarrollo científico; pero, al mismo tiempo, proteger la privacidad y los derechos individuales, y no permitir el uso indebido y la vigilancia masiva. La discusión sobre el uso ético y regulado de la tecnología de reconocimiento facial será fundamental para su desarrollo sostenible en el futuro. Nuestra vida privada -en estos tiempos, cada vez menos- no puede ser una variable, por ejemplo, para la obtención o no de un puesto laboral.