ALERTA. Bomberos advierten que en esas zonas han perdido sus pequeños cultivos y casi no hay agua. Mientras sigue la lucha contra el fuego, piden apoyar a las comunidades afectadas.
Desolación. Comunidades sin alimentos y casi sin agua, aunque la que queda en los pozos o atajados está contaminada por las cenizas. Niños con los ojos amarillentos y con sangre, que no logran abrirlos completamente. Y todo esto, en medio de una espesa capa de humo.
Así están Tirarí, Pailitas, San Simón y Palmarito, las primeras comunidades que fueron afectadas por los incendios en la provincia Velasco. Están en el Alto Paraguá y son comunidades indígenas que requieren ayuda para sostener sus ollas comunes y atender a sus pobladores, una situación que se prolongará. Allí también han tenido que evacuar a muchos niños con problemas respiratorios.
“Piden ayuda, que no se olviden de ellos”, afirma Diego Barbery, presidente de la Fundación de Bomberos Indígenas Aguara Guazú, quien llegó a la zona como parte de un recorrido de casi cinco días por poblaciones de la Chiquitanía. El panorama no varía mucho en otras comunidades de San Javier, Concepción, San Rafael y San Ignacio.
“No tienen nada. Si aquí nos estamos quejando del humo y de que no hay clases, en la Chiquitanía llevan más de 60 días con una situación peor. Los niños parecen zombies, con los ojos amarillos, con sangre de tanto llorar por la humareda; parecen asmáticos tosiendo. No podés ver ni 50 metros más adelante, ni en la carretera, ni en el campo”, afirma.
El auxilio es urgente
Barbery encabeza una fundación que apoya específicamente a comunidades indígenas. En esta ocasión, entregaron ayuda a la Central Indígena Paiconeca, específicamente para Santa Ana de Ñuflo de Chávez, y también hicieron algunas entregas a quienes se encuentran en la primera línea de lucha contra el fuego.
Advierte que, junto con atender los incendios activos y apoyar el trabajo en esas zonas, es urgente atender a las comunidades que han sido afectadas.
“Los paúros (pozos de agua) están secos, lo ríos están secos. No hay nada, todo se quemó”, advierte, agregando el gran daño a la biodiversidad que aún no se ha cuantificado.
Hace más de dos meses Barbery advertía la dimensión que los incendios forestales podían alcanzar este año, en zonas que ya enfrentaban sequía y ahora la situación será peor. “Puede ser peor que en 2019, seguimos combatiendo el problema, pero no al que causa el problema. La mancha que tenemos en la Chiquitanía es de alta temperatura, vamos a tener incendios de quinta o sexta generación en algunos lugares”, advirtió.
“Los pronósticos de lluvia están para noviembre, habrá sequía extrema, será un desastre total. El único que nos puede ayudar se llama Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. Son los único que nos puede enviar agua. Nosotros somos seres humanos, podemos manejar la ciencia, pero ellos nos pueden enviar agua. Eso es fe, es esperanza para que nosotros podamos seguir combatiendo el fuego”.
Lamentó la situación de los bomberos voluntarios, cuya labor no se reconoce. “Son los primeros en entrar y los últimos en salir. La emergencia es muy grave y no tenemos logística, no tenemos transporte ni combustible”.
Alerta roja
“La gente de las comunidades es gente que labra su chaco, que vive de eso. Hoy sus esfuerzos son para defender su chaco, su casa, que es el último bastión que les queda”, afirma Barbery. Pero pronto no van a tener alimentos, pues ellos viven de su producción familiar. Por ello, apela a la solidaridad de la población para continuar apoyándolos.
La advertencia de Barbery coincide con la de Enrique Bruno, presidente de la Junta Departamental de Bomberos Voluntarios, quien pide una “alerta roja”.
“Hablemos, gritemos, para ver cómo vamos a solucionar -en parte- todo lo que se viene”, advirtió ante los problemas y carencias que ya se están presentando en las zonas afectadas por los incendios.
“Las zonas quemadas tienen el tamaño de Centroamérica. Qué va a pasar con los comunarios, gente que vivía de sus chacos y sus pequeños sembradíos, todo eso ha desaparecido. Inclusive, en algunos casos, su propia casita. No hay agua, no tienen con qué vivir”, agregó Bruno.
“El incendio se prendió, apagó y pasó. Pero el daño se prolongará por años, peor sin agua y en una tierra totalmente desértica. Cómo vamos a atender a los comunarios para que puedan sobrevivir, porque muchos de ellos han quedado sin nada, incluso sin casa, y con la salud quebrantada”, advirtió.
Agregó que muchos migrarán a la ciudad, donde probablemente sólo podrán engrosar los grupos de personas viviendo en condiciones de pobreza.
Jornadas de 10 horas
La Unidad Urbana de Bomberos Voluntarios (UUBB) ayer completó una jornada de más de 10 horas en San Javier, durante la cual tuvieron que evadir numerosos obstáculos, incluidos árboles caídos y puentes quemados debido a los incendios.
Al culminar el día, junto con descansar, tuvieron que revisar sus equipos y someterse a los chequeos médicos para constatar que pueden seguir en el combate al fuego. Es el día a día de los bomberos en diferentes zonas de Santa Cruz.
Foto principal: Estos pequeños fueron evacuados en Santa Ana de Ñuflo de Chávez, los problemas oculares y respiratorios aumentan. Crédito: Bomberos Indígenas Aguara Guazú