Bomberos y guardaparques trabajan sin descanso con recursos insuficientes y maquinaria escasa. Se estima que una superficie de 13 mil hectáreas ha sido afectada por el fuego en el municipio de Roboré.
Revista Nómadas
En la Chiquitania de Santa Cruz (Bolivia), bomberos, guardaparques y comunarios luchan incansablemente contra los incendios que arrasan la región, enfrentando adversidades y peligros constantes. Contra viento y marea, estos héroes anónimos se enfrentan a las llamas con escasos recursos, maquinaria insuficiente y una logística limitada, mientras el fuego amenaza cada minuto que pasa.
En la madrugada del pasado sábado, entre Naranjo y San Lorenzo Nuevo, en la ruta bioceánica, comenzó lo que pronto se convertiría en un desastre de proporciones épicas: el gran incendio de Roboré. Lo que inició como una chispa en la oscuridad rápidamente se transformó en un infierno ardiente, desatado por los vientos furiosos que azotaban la región.
Desde temprano, un equipo de bomberos voluntarios se trasladó a la zona y se incorporó después del mediodía. Trabajamos sin descanso hasta el domingo, sumando un total de 35 personas. Sin embargo, la magnitud del incendio superó con creces la capacidad de respuesta del personal disponible. Los vientos impredecibles complicaron la labor, haciendo que el fuego se descontrolara y se desplazara hacia el sur. El domingo, la situación alcanzó un nivel de complejidad extrema.
“¿Pueden imaginar lo que puede suceder de aquí a octubre? Para entonces, podríamos quedarnos sin bosques porque el fuego habrá devorado todo. Los incendios de 2019 nos parecerán insignificantes en comparación con la destrucción masiva que se avecina”, enfatiza Steffen Reichle, experto en planes de conservación regionales.
“El paisaje era apocalíptico, con vehículos que intentaban atravesar la carretera en medio del caos, arriesgando vidas en cada kilómetro”, cuenta Waldo Cossío, coordinador técnico de la Fundación Nativa.
Varias instituciones formaron un comando de incidentes. Inicialmente, este se estableció en el predio La Escobita, pero pronto se trasladó a San Lorenzo Nuevo, donde había más agua disponible para combatir las llamas.
A pesar de estos esfuerzos conjuntos, la falta de personal y maquinaria pesada, como tractores y cisternas limitó gravemente la capacidad de respuesta. “Los incendios superan a los bomberos”, afirma Cossío. Los vehículos de las fundaciones no son suficientes, y la logística para mover al personal es deficiente. Aunque hay recursos para combustible, este está escaseando, y no hay garantías de conseguir más.
“La necesidad de alimentos, bebidas hidratantes y medicamentos para los bomberos y guardaparques es urgente”, exclama Waldo Cossío, que enfatiza que la situación de primeros auxilios también es limitada. Las comunidades locales, ya afectadas por el fuego, no reciben el apoyo necesario, exacerbando la crisis.
La preocupación es aún mayor en el área protegida Ñembi Guasu. Si el fuego entra allí, con los incendios actuales, el Ñembi solo quedaría con su equipo de protección, y se teme que no llegue el auxilio necesario para atacar el fuego.
Quienes están combatiendo el incendio temen que el fuego se extienda hacia el sur y entre al área protegida Ñembi Guasu, puesto que el fuego continúa creciendo, avanzando hacia Naranjo y amenazando con ingresar a la comunidad.
“La preocupación es inmensa, ya que aún estamos en julio y nos esperan varios meses sin lluvia. ¿Pueden imaginar lo que puede suceder de aquí a octubre? Para entonces, podríamos quedarnos sin bosques porque el fuego habrá devorado todo a su paso. Los incendios de 2019, que se consideran los más feroces de los últimos tiempos, nos parecerán insignificantes en comparación con la destrucción masiva que se avecina. La magnitud de la devastación que enfrentamos es alarmante y exige una acción urgente y coordinada para prevenir una catástrofe ambiental de proporciones épicas”, ha enfatizado el Steffen Reichle, experto en planes de conservación regionales que propone que se tomen medidas urgentes a todo nivel y que el país entero se una para evitar una catástrofe que ya ha empezado con los incendios en Roboré.
La situación es tan crítica que tres comunidades están evaluando la evacuación: San Lorenzo Nuevo, San Lorenzo Viejo y Naranjos. La desesperación y la incertidumbre reinan en la zona, donde viven aproximadamente nueve, 30 y 20 familias respectivamente.
Además del gran incendio en Roboré, otros focos arden en Santiaguito, cerca de Chochís y Taperas. Roboré se encuentra en un momento crítico, luchando contra un enemigo implacable que no muestra signos de ceder. La comunidad, junto con las autoridades y organizaciones de apoyo, sigue en pie de lucha, pero la batalla está lejos de terminar.
Según análisis rápidos del Observatorio del Bosque Seco Chiquitano de la FCBC, se estima que una superficie de 13 mil hectáreas ha sido afectada por el fuego en el municipio de Roboré. Es algo recurrente, cada minuto cuenta, y la necesidad de una respuesta adecuada es más apremiante que nunca.
Foto principal: Un bombero utiliza sus manos para cubrir su cara porque las llamas, lejos de extinguirse, avanzan, amenazando la vida de quienes están combatiendo los incendios. Foto: Maicol Albert.