Heiver Andrade Franco / Director ejecutivo de la Fundación AMIGARSE
En un contexto de emergencia climática, visitar un vertedero o botadero con ojos circulares y de emprendedor, puede ser una fuente de inspiración y una invitación a la imaginación e innovación y convertirse en el Edén y una fuente de recursos. Si lo hace un ingeniero industrial, químico o diseñador de empaques, le generaría una reflexión sobre la necesidad de un rediseño y de un cambio en los materiales e insumos que utiliza; o, finalmente, nos serviría también para conocer las inmensas cantidades que genera el metabolismo urbano y el poco compromiso de reciclar que tenemos como sociedad.
Tal vez, si esa visita la hiciera una autoridad o político con aspiraciones a la silla municipal, se podría dar cuenta de que es hora de dejar de licitar un servicio de recojo de basura y es el momento de contratar un servicio de recuperación de recursos; sería una oportunidad de cambiar discursos y dar una señal sería que entendemos los desafíos y estamos iniciando un proceso hacia un municipio circular. Eso, además de necesario, pega en la gente y gana votos.
Pero también, qué interesante sería que todos los colegios de nivel primario una vez al año tengan una visita guiada al vertedero, donde se explique a los niños los impactos que generan esos residuos y cómo evitarlos, como se lo hace en Dinamarca. Con una política pública que obligue a que esa visita ocurra, podríamos estar sembrando la semilla hacia una cultura de reciclaje, circular y consumo consciente.
Pero no podemos quedarnos ahí, viendo e inspirándonos en los vertederos para incrementar el reciclaje. Si sólo nos ocupamos de reciclar, lo único que estaríamos logrando es que la economía lineal sea más eco-eficiente y esa no es la idea.
Tenemos necesariamente que pensar “aguas arriba”, desde el momento del diseño del nuevo producto a poner en el mercado, la importancia de utilizar bioinsumos, la necesidad de que sea reciclable, reutilizable, reparable y/o biodegradable; además de contar con reglamentación especial de la responsabilidad extendida del productor, que promueva el compromiso e innovación de los productos que salen al mercado, y la creación de nuevos fondos que alimenten las innovaciones circulares.
Para terminar de entender por qué insistimos en este tema. El 23 de mayo de 2024 la Huella Ecológica de Chile alcanzó el sobregiro ecológico y Bolivia lo hará el 17 de julio, de acuerdo a los datos Global Footprint Network(GFN). A nivel global, el pronóstico indica que a partir del 1 de agosto el planeta empezará a vivir este sobregiro. Ojalá estos datos nos ayuden a entender que los recursos de la tierra son finitos y con demanda creciente; por lo tanto, la economía circular y la IV revolución industrial deben estar más presentes que nunca en toda actividad humana e industrial.
En estos procesos el rol del consumidor es también fundamental. Saber que podemos incidir en las marcas para que cada producto que salga al mercado responda a la filosofía de la economía circular, que se mida la huella hídrica y de carbono; de lo contrario y, sin dudar, deberíamos ejercer nuestro poder de comprar o no comprar, es el derecho al que debemos apelar.
Finalmente, necesitamos crear ecosistemas circulares que impulsen la simbiosis entre generadores de residuos y demandantes, recordar que el recolector de base es un eslabón importante. Debemos convencernos de que la economía circular, más que un modelo económico, es una estrategia de sostenibilidad, donde se cambia el concepto de basura por recurso y donde nos damos cuenta que todo producto mal diseñado podría generar desechos que terminarán contaminando el ecosistema urbano, luego los ríos y mares, o donde quieran que vaya a parar, afectando la salud de las personas y toda nuestra biodiversidad.
¿Será tan difícil iniciar este tipo de procesos que convienen a todos?, ¿acompañarlos de las políticas públicas necesarias?, ¿acaso no queremos caminar por calles, parques y plazas donde no veamos “recurso” tirado?. ¿Ir al río sabiendo que el agua volvió a estar libre de contaminantes?. O que ¿la fauna piscícola, además de incrementar su población, tiene cero plástico?. ¿Qué cuando vayamos al bosque, “la primavera silenciosa” de Rachel L. Carson (1.992) en la que predijo el incremento de temperatura, sólo haya sido un mal recuerdo?.
Ya se vienen las olas de calor, los incendios, las inundaciones y las sequías. Necesitamos ser más innovadores en los procesos de adaptación y mitigación del cambio climático. La esperanza no debe morir; soñar estos cambios al terminar la semana mundial del medio ambiente ¡no cuesta nada!. Y si bien es cierto que la alegría es un sentimiento pasajero y todos buscamos un estado de certidumbre y satisfacción permanente, permítanme que hoy domingo, una “sonrisa circular” inunde mi rostro.
Santa Cruz, 9 de junio de 2024
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