IMPACTO. Lo que sucede en la Amazonía repercute en las ciudades. La reducción de las lluvias y la falta de agua, son algunas de las consecuencias de la deforestación.
Existe una relación intrínseca entre las ciudades de la región y la Amazonía, por lo cual los habitantes de las urbes bolivianas deben comprometerse con la defensa del denominado pulmón del mundo. Las ciudades se benefician de la Amazonía con las lluvias y el equilibrio climático, pero, lejos de promover su protección, desde las urbes se impulsa la ampliación de la frontera agrícola a través de la deforestación.
Estas fueron algunas de las conclusiones de un conversatorio realizado en el marco de los preparativos para el XI Foro Social Panamazónico y en el que participaron el coordinador del programa NINA de UNITAS, Wálter Limache; el secretario técnico de la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático (PBFCC), Juan Carlos Alarcón; y la coordinadora del Programa Urbano de UNITAS, Iris Baptista, quien estuvo a cargo de la moderación del evento virtual.
“¿De dónde vienen las lluvias? Vienen de la evapotranspiración del bosque amazónico y del océano, pero si avanza la deforestación, vamos a tener menos lluvias, y por lo tanto, menos agua para el consumo en las ciudades”, dijo Alarcón, poniendo como ejemplo la crisis hídrica registrada a finales del año pasado en varias ciudades del país.
Enfatizó que “la Amazonía cumple una función importante en la regulación del clima a nivel global”, por lo que cuestionó que la frontera agrícola y la deforestación avancen sin cesar. “La pregunta es si estamos conscientes que con la crisis climática estamos cavando nuestra propia tumba”, expresó el especialista.
Wálter Limache, por su parte, instó a tener una mirada integral entre la Amazonía y las tierras altas y explicó que la depredación irracional de la Amazonía, está generando daños ambientales que se reflejan por ejemplo en la falta de lluvias.
También sugirió abandonar la idea de que en la Amazonía no vive nadie porque eso lleva a fallos en el diseño de políticas públicas, lo que afecta a los pueblos indígenas que habitan en esa parte del planeta. Limache agregó que, en las ciudades, donde habita más del 60% de la población boliviana, se promueve el desarrollo sin importar si se depredan los bosques.
Iris Baptista expresó que “las ciudades y la Amazonía mantienen un vínculo complejo y profundo que refleja esa interdependencia entre lo urbano y el ecosistema amazónico”. Explicó que el crecimiento de las ciudades a veces ejerce mucha presión sobre la Amazonía y sobre los pueblos indígenas, impulsando la deforestación y la explotación de recursos naturales.
Lo lógico sería frenar la deforestación, la minería y otras actividades extractivas que están provocando el desequilibrio climático; sin embargo, eso pasa por políticas públicas cuya formulación está en manos del Estado.
Frente a esa realidad, “se deberían impulsar políticas públicas integrales que permitan un equilibrio en el aprovechamiento de los recursos natrales”, dijo Limache.
Alarcón consideró que, entre otras cosas, hay que abandonar esa “lógica perversa” de seguir depredando los bosques para alimentar las plantas de biodiesel.
Y en lo que respecta a los habitantes de las ciudades, los participantes del panel sugirieroen cambios en el estilo de vida, como consumir menos carne porque, dice Alarcón, para alimentar a las vacas y a los pollos se depreda el bosque.
Limache también propuso retomar la capacidad organizativa de la sociedad civil y la capacidad de interpelación a las políticas extractivas del Gobierno.
En lo macro, Alarcón consideró que hay que continuar exigiendo a los países industrializados que paguen por la gran contaminación de la que son responsables.
Esta temática y otras serán parte de los debates que se instalarán entre el 12 y el 15 de junio en Rurrenabaque y San Buenaventura, donde se desarrollara el XI FOSPA, una articulación internacional que busca proteger la Amazonía.
Esta nota se publicó originalmente en Sumando Voces