Revivir especies extintas ¿para qué?

Cecilia González

Filia Dei

Una de las claves para la ciencia y que debería abarcar en realidad cualquier disciplina es el propósito de ejecutar alguna acción. Cuando me consultaron si se pudieran revivir dinosaurios, a raíz de la noticia que salió la pasada semana sobre los lobos gigantes “Aenocyon dirus”, solo pude pensar y cuestionarme el propósito: ¿para qué querría revivir dinosaurios?

Colossal Biosciences Inc. es una empresa estadounidense de biotecnología e ingeniería genética que trabaja para revivir varios animales extintos y en su lista incluye al mamut lanudo, el tigre de Tasmania, el rinoceronte blanco del norte, el lobo gigante y el pájaro dodo. O al menos eso claman. Colossal orquestó cuidadosamente la revelación de su lobo gigante, dando acceso exclusivo a Time y The New Yorker para la presentación de Rómulo, Remo y Khaleesi: tres cachorros de lobo nacidos hace varios meses. Para crear el trío de cachorros, los científicos de Colossal editaron el genoma del lobo gris en un intento de imbuir a los animales con características que recuerdan al lobo gigante.

Estas células editadas se utilizaron luego para crear embriones, que fueron implantados en madres caninas sustitutas. En un reportaje para The New York Times, el escritor científico Carl Zimmer, aclaró que no se trata de un lobo gigante como el que existió hace 10 000 años y aclaró que se trata de un clon de lobo gris con 20 ediciones de genes similares a las del lobo gigante para lograr algunos rasgos que este animal tuvo.

Los críticos de Colossal han señalado que, de las miles de diferencias genéticas que distinguen a los lobos gigantes de los lobos grises, la empresa solo realizó unas pocas modificaciones enfocadas en reproducir características físicas evidentes como el color y la textura del pelaje. Anteriormente, la compañía utilizó una estrategia similar para crear el «ratón lanudo», un roedor modificado genéticamente para tener un pelaje grueso similar al de un mamut. Pontus Skoglund, genetista del Instituto Francis Crick, reflexionó en una publicación en Bluesky: “¿Un chimpancé con 20 ediciones genéticas sería humano?”, añadiendo que los cachorros anunciados recientemente parecen ser solo 1/100.000 parte del lobo gigante.

Muchos investigadores también destacaron rápidamente que, según un análisis genético publicado en Nature en 2021, el lobo gigante podría ni siquiera ser un lobo propiamente dicho. En su lugar, pertenecería a un linaje norteamericano de perros que se separó de los ancestros de los lobos grises hace más de 5 millones de años. Angela Perri, autora principal del estudio, explicó a Science[1] en 2021, que el lobo gigante estaba más relacionado con el chacal africano que con el lobo gris y probablemente se parecía más a un coyote rojizo gigante.

Otro asunto a destacar de esta noticia sensacionalista, es que hasta el momento, la empresa no ha publicado estos hallazgos en una revista revisada por pares ni los ha divulgado como preimpresión. Esto pone aún más en duda no solo el propósito sino hasta la metodología que esta empresa está utilizando. Sin embargo, fueron rápidos en reportar que este suceso es “hacer ciencia”.

Los científicos y conservacionistas han expresado dudas sobre el propósito de los cachorros de lobo gigante que actualmente se crían en un recinto secreto de 800 hectáreas en Estados Unidos. Aunque Colossal defiende que los lobos gigantes desempeñaron un papel esencial en los ecosistemas antiguos, la realidad es que los hábitats donde vivieron y las especies que cazaban han desaparecido. ¿Qué lugar podrían ocupar estos animales en un mundo tan distinto al que conocieron? Es una pregunta que deja entrever las tensiones entre la innovación biotecnológica sin un claro propósito y la conservación ambiental.

[1] https://www.science.org/content/article/dire-wolf-back-dead-not-exactly